Jeanne Lanvin

Discreta y de pocas palabras, así la describen aquellos que la conocieron, con un gusto exquisito y unas manos hábiles educadas desde los 13 años en los ateliers de costura del Paris de finales del XIX. Jeanne Lanvin, nacida en Paris en 1867, pertenece a un capitulo de la historia de la moda en la que el oficio se adquiría en los talleres de costura, entre agujas e hilo de bordar, universos privados generalmente femeninos, en los que se albergaba el secreto mejor guardado de cada maison. Allí arranca la andadura de esta grande de la costura, recogiendo como buena arpette los alfileres del suelo del taller de Madamme Felix en 1.883. Su habilidad para la elaboración de sombreros le dio su primer sitio en el complicado mundo de la costura y según la leyenda con un Luis de oro que le regaló una clienta y la ayuda de algunos inversores abrió su primer negocio en 1885.
En 1895 se casó con un noble italiano, Emilio di Pietro, aunque su matrimonio se separó ocho años más tarde, cuando su hija Marguerite contaba con seis.
El nacimiento de su hija Marguerite en 1897 da un giro copernicano a la vida y al enfoque de la moda de la creadora parisina. Con la llegada de la pequeña,
Jeanne vuelca su creatividad en los vestidos que elabora para su hija, prendas que nada tienen que ver con las que comúnmente llevan las niñas de la época, creaciones sofisticadas elaboradas con bordados innovadores que atraerán también a las madres. En 1908 crea la sección de niñas, con tal éxito que en 1909 abrirá la de mujer hasta donde desfilarán todas las elegantes de Paris para vestirse ellas y sus hijas, esto le dará la fuerza de apostar en 1909 por entrar a formar parte del sindicato de la alta costura, pasando del estatus de modista al de creadora. Todo un logro en un recién estrenado siglo XX todavía heredero de una ancestral mentalidad que se resistía a reconocer que los calificativos de femenino y creativo podían ir juntos. Las primeras décadas del siglo XX iban a ser el escenario de honor en el que el trabajo de grandes como ella, Chanel, Vionnet y Schiapparelli iban a despejar de un plumazo todas las dudas al respeto.



Desde entonces y gracias a ellas, el talento en moda se concibe también en femenino y al ser las pioneras en andar ese camino resulta difícil o casi imposible separar sus vidas de su obra, su trabajo y su visión de la moda. De todas ellas Lanvin fue la pionera y la más discreta de ahí que sea la más desconocida.



Lo cierto es que con su empuje Jeanne desarrollará uno de los primeros imperios de moda, con sección de hombre, decoración, perfumería y sucursales en Madrid,Barcelona, Cannes y Buenos Aires entre otras ciudades; un negocio que daba trabajo a 1.200 empleadas en la década de los 20. Pero por lo que esta creadora pasará a la historia es por sus robes d´style, vestidos de noche y de fiesta que tiñeron de una atmósfera etérea al París mundano de la época de entre guerras. Prendas esenciales, elaborada con tejidos evanescentes y bordados sutiles. Vestidos que llevaron las modernas de la época, herederas de la Garçonne, la protagonista de la novela publicada en 1922, que dio nombre a estas nuevas y estilizadas amazonas, para las que Lanvin elaboró un selecto vestuario lleno de influencias étnicas e históricas traídas por ella en su maleta desde los múltiples viajes que realizó por el mundo. Quizá sea Le Bleu Lanvin uno de los más conocidos, inspirado en los fondos de los cuadros de Fra Angelico, color que aplicó en sus tiendas y en sus creaciones.




En 1926 se lanzó al diseño de moda masculina, por lo que en su salón podía vestirse toda la familia. Más de un siglo después, su salón sigue siendo propiedad de los herederos de la fundadora. En 1946 la intensa vida de Jeanne Lanvin llega a su fin, se apaga la llama que la mantenía atada a la vida y deja al frente de la casa a su querida hija Marie-Blanche de Polygnac iniciándose una segunda etapa de la Maison Lanvin por el que discurrirán nombres como Castillo, Montana, Cristina Ortiz o el extraordinario Elbaz, herederos de honor del pensamiento que quizás mejor resume el trabajo de esta gran creadora: “Hay que crear suprimiendo”. Hoy en día Alber Elbaz dirige con genio y maestría la mítica casa Lanvin, siendo considerado uno de los mejores diseñadores de la actualidad.